Caosmosis y egopolítica limeña II. La ciudad como campo de batalla

“Hay en la ciudad contemporánea una noción emergente y terminal al mismo tiempo, como punto de partida de incertidumbres e inestabilidades encarnadas en las múltiples manifestaciones caóticas, cuyos efectos han tendido a diseminarse hacia todas las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales de la capital. Inestabilidades que tienden a desbordar las cartografías urbanas y mapeos de ciudadanía, a partir de procesos desbocados, que están demostrando la existencia de una suerte de osmosis caótica, de influencia recíproca de procesos caóticos. Fenómeno que en Lima fue mostrándonos su fase más vertiginosa y salvaje; evidenciando el fracaso de los proyectos unitarios, además de, debido al desborde popular, la obsolescencia del Estado peruano. En este contexto, en el imaginario político social de los sectores conservadores y ultraconservadores, ha ido emergiendo la idea de que, ante las convulsiones sociales, un Estado democrático que considera y respeta los derechos fundamentales y constitucionales de sus ciudadanos, siempre va a tender a ser tímido en sus facultades disuasivas y represoras, frente a los disturbios causados por los movimientos sociales, que pugnan en pos de perentorias reivindicaciones, por lo que, para ellos, la constitucionalidad y la legalidad funcionaría como un lastre para la añorada “armonía social”, una armonía que solo se alcanzaría con la anulación o hipertrofia de los antagonismos sociales”.